1) Con el doble propósito de, por un lado, distinguir a la edición de libros de poesía y cuento en castellano y, por otro lado, incrementar el patrimonio bibliográfico de dos bibliotecas de la provincia de La Pampa, se convoca a todos los escritores y editores interesados a participar del Certamen para libros de poesía y cuento publicados “Leer y compartir”. El presente premio, establece para esta primera edición una recompensa consistente en:
1.a) Una obra de arte, de reconocidos artistas plásticos a cada primer premio (libro poesía y libro cuento)
1.b) Una suma en efectivo de $500 (quinientos pesos, moneda argentina) o su equivalente en dólares si el autor ganador resultase ser de otro país, para cada uno de los primeros premios.
El primer premio se otorgará al mejor libro de poesía y al mejor libro de cuentos editado en papel que sea enviado al certamen y no podrá ser declarado desierto.
2) Se habilita a participar a TODOS los autores que así lo deseen, sin restricciones de sexo, edad, nacionalidad o residencia, con libros de poesía y/o cuentos impresos en cualquier lugar, con ISBN y sin límites de extensión, siempre y cuando envíen sus volúmenes impresos en castellano editados entre 2005 y 2010 inclusive. Se aceptarán impresos sin ISBN SOLO en calidad de donación sin participación en el certamen.
3) Cada escritor podrá enviar tantos títulos como desee. De cada título deben enviarse 4 (cuatro) ejemplares. La totalidad de los ejemplares recibidos, una vez concluido el concurso, será donada a dos bibliotecas de la provincia de La Pampa, a saber: Biblioteca Popular “Teresa Pérez” de Barrio Escondido de Santa Rosa y a la Biblioteca Popular Ingeniero Luis Luiggi de Ingeniero Luiggi.
4) El Premio “Leer y compartir” se otorgará a un libro de autor individual. Sin embargo, se aceptarán antologías y otras publicaciones colectivas (de grupos, de talleres, etcétera). De hecho, se otorgará como mínimo:
4.a) un Diploma de Honor a libro(s) de más de un autor.
También se concederán Diplomas de Honor a:
4.b) Mejor libro de poesía para niños;
4.c) Mejor libro de poesía con ilustraciones;
4.d) Libro de edición más original (para libros-objeto que se destaquen formal y conceptualmente). El jurado tendrá la libertad de establecer otras distinciones, extendiéndose diplomas de honor por cada una de ellas.
5) No constituye obstáculo a la participación en este Premio que el/los libro/s aspirante/s se encuentre/n concursando en otro certamen ni que haya/n obtenido galardones de cualquier índole con anterioridad.
6) Plazo: la recepción de obras cierra el 30 de Junio, Día del Libro. Se tomará en cuenta la fecha del matasellos. Los envíos deben hacerse a:
“PREMIO “Leer y compartir”
Juncal 495
Santa Rosa. La Pampa . ARGENTINA
CP: 6300
Los organizadores no se responsabilizarán por las pérdidas o daños que pudiera sufrir el material remitido, aunque les apenaría mucho cualquier incidente de este orden. Por eso se recomienda efectuar el despacho a través de correo certificado. Se acusará recibo de las obras mediante un mensaje de correo electrónico.
7) El jurado, que producirá su fallo en el mes de agosto, estará integrado por 5 personas vinculadas a la literatura y a la lectura y sus nombres se harán públicos una vez emitido su veredicto, el cual será inapelable.
8) Cada autor deberá adjuntar una hoja que contenga los siguientes ítems: nombre completo, dirección postal, dirección electrónica, teléfono, breve curriculum y firma. Respecto a los libros de varios autores, bastará con enumerar los mismos datos de al menos un autor, o del editor, quien fuera que enviase el libro. Los autores que envíen más de un libro deberán remitir sus datos sólo una vez.
9) La remisión de los libros a la dirección indicada implica la plena aceptación de las bases de este certamen y consiente automáticamente la donación de los ejemplares recibidos a las bibliotecas mencionadas. Si un autor enviase menos de 4 ejemplares de un título, no se lo habilitará como contendiente al Certamen “Leer y compartir” y el conjunto de libros se repartirá lo más equitativamente posible entre las entidades beneficiadas. Las situaciones imprevistas que pudieran suscitarse se resolverán según el leal saber y entender de convocantes y jurados.
10) Mayor información y dudas, escribir a: orillera@gmail.com
* SE AGRADECE LA DIFUSION
sábado, 5 de junio de 2010
BASES del Certamen Leer y compartir
jueves, 24 de septiembre de 2009
Poemas de Eugenio N. Mención en poesía
AJENOS AL RELOJ
Nos atamos los dos al campanario
en el instante del último repique.
Laceraba la piel el decursar indetenible;
la sombra de las primeras adoraciones;
el agua nocturna de las clepsidras.
Todos siguieron viviendo con su época a cuestas
sin añorar – como nosotros- lo eterno.
En cada hogar reinaron las rutinas
ignorando a los que nos marchamos
tildándonos de locos por desafiar a cronos.
Se nos unieron tantas primaveras en el pelo
que cada hora se lleno de polen.
Las casas despidieron sus ancestros
Mientras tú y yo
Sentados sobre el último almanaque
esperamos la llegada de otro siglo.
INFANCIA AUSENTE
Al cerezo le cuelgan dos infancias
más allá de los frutos, las flores, los gusanos.
Al brioso caballito de madera
las hierbas le taparon sus patas de sueños .
El corcho de infantiles batallas
hace una tregua con los nidos,
con los gorriones, con las espaldas chicas.
Ahora nadie le lanza anoncillos a lo perros
que se aburren sin pisadas pequeñas en las colas.
El tejado reclama pelotas de trapos,
golpes de piedras, pedazos de juguetes.
Las hormigas olvidaron el sendero que va al portal
se extinguieron los caramelos abandonados;
las migajas de pan, las manos sucias.
La madurez apenas si muerde las guayabas,
tan seria, olvidó trepar los cocoteros.
La absurda paz de los patios
es el atardecer de los que ya crecieron.
Las pelotas no tienen aire.
Un montón de objetos curiosos y brillantes
se aburre en espera de pequeños bolsillos.
PRESO DEL TIEMPO
Preso del tiempo,
con siglos carceleros,
atado a una condena dictada por relojes
que sentenciaron segundos inmensos.
Los jurados escondieron las sombras,
los péndulos,
las agujas,
los dígitos,
los átomos.
Las monedas pagaron los silencios
de la lluvia suspendida sobre las techumbres
del amanecer trunco,
de botones eternos.
Me defendió el andén desierto,
la Penélope de siempre,
la meta intacta,
el eclipse inconcluso.
Al final fui culpable
y esperé eternamente los plomos detenidos.
ÁRBOL
El árbol viejo del patio,
Jamás volvió a tener las mismas sombras.
Ahora se deja marchitar por los agostos,
no tuvo más frutos, ni más nidos,
ni caen sus hojas sobre los amantes.
es solo un viejo árbol,
sin el dolor de los niños en el tronco,
sin el perro custodiando sus noches,
sin las viejas desempolvando historias.
Es una flora, común, como las otras.
En el desvalijado patio de los años,
a veces vienen otros niños,
otros perros,
otras viejas.
Mención poesía. Eugenio N.
SIN PRIMAVERA
El año en que faltó la primavera
se decretó la crisis de los nidos
que adornaban los viejos aleros,
los devanes, los postes
los almendros, los cedros,
(los arbustos sin nombre).
El año en que faltó la primavera
racionaron su canto los sinsontes,
se marcharon las palomas del tejado.
Un arco iris bicolor surcó la plaza
sin amantes en bancos,
sin tertulias alegres.
El año que faltó la primavera
Se jubilaron todos los jardineros,
las chaperonas,
los infieles,
los de promesas incumplibles
(promesas de amores adolescentes)
El año que faltó la primavera
no regresaron los trenes,
no llovió los domingos,
no floreció el cerezo,
no prendieron las viejas farolas
(en el Parque donde te conocí)
El año que faltó la primavera
tú ni siquiera lo notaste.
Hicieron el viaje juntas,
para siempre.
sábado, 18 de julio de 2009
Mención poesía
(pro)nóstico del ti(em)po que te espero
a: alerta
cáscaras
o copos
de nubes
de de(se)os
cayendo
el (uni)verso
l: (meteoro)lógico
no) se hace poesía con los restos
(aunque hoy el cielo se encuentre cubierto,
bajen las acciones en la bolsa y
suban los copos, las migajas
de hambre
de agua
y me descubras gritando,
como quien habla
l: tres palabras
(arte)sana,
(alter)nativa
mirada
e: parcial(mente) soleado
hoy mi silencio (ama)nece a una soledad más certera,
como pegada a mi piel
lunar en el de(sierto) de mi espalda
luna en el cielo oscurecido y despejado,
mirando a la tierra
des(pidiéndo)se de a siglos
del lugar que nunca fuera
ni (eter)no
ni fijo
hoy sólo el momento
roza
mis labios
z. cómo
nombrar(la)
pa(labra)
sa(grada)
ágrafa
(h)alada
de otros tiempos del alma?
y: mejor(ando) hacia la tarde
(h)ay… alguien ahí?
[la mesa vacía de penas
se arremolina junto a la pared
desgastada por el paso de las notas
que te han delatado
en la noche
despiertas en la posibilidad de un día
anochezco en la soledad y el misterio
de la cama vacía…
sólo cinco los minutos que restaban,
cinco notas que sonaron melodías
que crujieron. No había puerta
y llantó la mirada
y el ojo te perdió de vista
hasta el otro lado del espejo,
o donde música es calendario de vida]
aquí mujer desnuda de sueños
negándose al (si)lencio
Seudónimo: (hel)echo
lunes, 13 de julio de 2009
Mención: Los intrusos de Triste le Ville
Despertó cuando le pareció oír (dentro de ese frasco de silencio que es la noche) la puerta de entrada abriéndose lentamente. Dos segundos más tarde, el golpe metálico del pestillo y el chirriar del picaporte, que volvía a su posición. No se atrevió a moverse. Quería escuchar otro ruido para cerciorarse de que no lo había soñado. Entonces percibió los pasos, lentos. Comenzó a temblar. Se fue incorporando progresivamente, hasta apoyarse contra la cabecera de la cama. Cuando los pasos cesaban, algún objeto se corría: una silla, la mesa ratona; y nuevamente los pasos que —él suponía— se acercaban a la cocina. Alguien había entrado. El hombre, en la cama, estaba seguro de ello como de que el corazón se le iba a desbocar. «Como en el cuento de Cortázar», tuvo tiempo de reflexionar. Un mosquito le rozó la mejilla con su condenado silbido incansable. Oyó el televisor que se encendía: «Maldito —pensó—, el maldito se atreve a encender el televisor». Con la punta de los dedos, tocó a su mujer, que aún dormía. Ella se dio vuelta bruscamente.
— ¿Qué pasa? —preguntó.
—Alguien ha entrado en la casa, ¿escuchás?
—El televisor —dijo ella, incorporándose—. Claro que lo escucho.
—Debemos salir —sentenció él.
Asustada, la mujer comenzó a vestirse como pudo: no era momento de fijarse en la prolijidad. Él hizo lo mismo apresuradamente, mientras trataba de oír si era sólo uno el que había entrado. En un segundo de estupidez, pensó en salir de la habitación y encarar al intruso. Pero luego se dio cuenta de que su esposa estaba allí, y no podía ponerla en riesgo. Aturdido, con desesperación, se puso las zapatillas al revés; eso no importaba. La mujer fue más rápida que él para estar lista para salir; ya lo esperaba junto a la ventana, con los zapatos en la mano.
Él se arrimó a la ventana en puntas de de pie y sacó la falleba, que se quejó con un sonido metálico. La abrió, empujó los postigones, y una mortecina luz de neón inundó el cuarto.
Medio encandilados, saltaron a la vereda, adonde cayeron estrepitosamente. Se levantaron con rapidez. No pasaba nadie por allí a esa hora. Empezaron a correr, no sin antes volver a cerrar los postigones.
Cuando el hombre entró en la habitación, descubrió la ventana sin trabas. Sin embargo, en el cuarto no faltaba nada. Supuso entonces que había olvidado cerrarla antes de salir a la oficina. No se percató de las sábanas todavía tibias ni de que una media de mujer había quedado debajo de la cama. Tampoco de que dos personas huían calle abajo, maldiciéndolo.
sábado, 11 de julio de 2009
Primer premio ( cuento) Certamen Orillera 2009
Paula & Paula
Por Germán Bodrio
No me dejaban en paz. Hacía media hora que había recibido el e-mail y no encontraba el modo. Sonaba el interno, venían por comprobantes del siglo pasado, o revoloteaban a mis espaldas, buscando desvíos, conversaciones que los alejaran de sus escritorios, condenándome al ejercicio, al calambre de maximizar y minimizar ventanas, todo el tiempo.
Habían pasado dos meses, la obra teatral había terminado y se suponía que para esa fecha yo estaría abrazando a Paula, y no leyendo a Paula.
Paula y Paula, dos mujeres con un mismo nombre y distintos modales. Una, la Paula que yo solía ver y abrazar, mucho más dulce, menos incisiva que la otra, la Paula digital, del arroba, protagonista estelar de las últimas semanas, desde que los llamados, según explicó, comenzaron a lastimarle los bolsillos, a fuerza de euros.
Me aseguré de que no hubiese mosca alrededor, abrí el correo y luché para no espiar. Cliqueé y corrí hasta la impresora. Por más que se me prendiera fuego el cerebro, ahí no quería, no podía, no lograría concentrarme. Apenas capturé la hoja, la doblé y dije que iba al cajero, que necesitaba efectivo, que si salía al mediodía no me iba a alcanzar el tiempo para almorzar, como si almorzar me importara. Nadie va al cajero cuando llueve: pide prestado o hace dieta, pero yo necesitaba masticar el pasado, digerir el presente, apretar el botón y soltar el futuro que ya no era.
Bajé, fui al bar de la vuelta y me senté al lado de la ventana. Los vidrios empañados borroneaban las siluetas y daba la sensación de que había estado lloviendo siempre, o al menos durante los últimos años. Ordené whisky y el mozo me miró raro. La gente desayunaba y yo estaba harto, cansado de hacer coincidir mis deseos con la hora, con el tiempo de los demás. Saqué el papel del bolsillo y lo desplegué. Al pedo, sin Blenders mi pulso se descontrolaba.
Entró una chica. Monitoreó el salón, se acomodó el pelo mojado y caminó hacia mí. Era linda, demasiado, y por un segundo pensé que se acercaba a hablarme y me asusté un poco. Pero se detuvo una mesa antes, se quitó el sobretodo, lo apoyó en una silla y se sentó de espaldas a mí, a exiliarse en la ventana, hasta que el mozo, luego de servirme, la repatrió.
De arranque, el mensaje de Paula era frío. Parecido a los últimos que me había enviado. Una vez más me contaba que las cosas iban de maravilla, mucho mejor de lo imaginado. Una vez más me decía que los días eran bárbaros, que había conocido mucha gente y que la gente la hacía sentir como en su casa. Por suerte había conseguido algo temporario, de mesera, hasta que se estrenara la nueva obra. El parador se llamaba Bar de Fondo y, al parecer, en lugar de clientes tenía admiradores. Es que de propina ganaba miles de euros, que eran para ahorrar, por supuesto, y no para andar jugando a la diferencia horaria ni al teléfono descompuesto. “A propósito –decía–, sé que sos reacio a los cambios, pero alguna vez tendrías que vivir cerca del mar, aunque sea en Gesell”.
La chica dijo “gracias”, sonrió y cortó dos sobres juntos. Edulcoró, revolvió y probó el café. Apoyó la taza, buceó en la cartera y sacó una libreta. Leyó, y poco después comenzó a escribir, intercalando las palabras con pequeños sorbos de café y ventana.
Entonces Paula empezó a dar vueltas, y a decir un montón de cosas, y tuve que esforzarme para entenderla. Habló de proyectos personales, de libertades y de formas de ser y de crecer. Ella daba vueltas y yo era el que se mareaba. El mensaje estaba tan mal escrito, con tantas faltas, que parecía que lo había tipeado con el canto de una Heineken, mientras contemplaba la playa, durante una pausa, en el fondo del Bar de Ídem, o como se llamara. Entre cerveza y cerveza decía que necesitaba vértigo, plenitud, y yo quise avisarle que para todo eso, en Argentina, había muy buenos desodorantes. Pero siguió y me contó que había contratado de guía a su corazón, y que éste le gritaba que ahora su vida estaba allá, al borde de lo ilegal, en Barcelona. Antes del beso y la suerte, se refirió a los “días de inocencia”, a los “imborrables y hermosos recuerdos” que nadie, ni yo, podría quitarle.
La chica hizo deslizar la birome sobre la mesa, miró la calle y cerró la agenda. Sus movimientos eran frágiles, celestes, espontáneos, y yo sentía que me iba, que el vaso era un precipicio, un agujero negro que me tragaba. Aguardó al mozo, sonrió y pagó con cambio. Recogió sus cosas, se acomodó el flequillo, y cuando se puso de pie quise decirle que estaba dejando demasiada propina, quise invitarla otro café, ofrecerle paraguas, una vida sin lluvias, continuar así, cerca, un rato más. Pero se colocó el abrigo y, antes de marcharse, se colgó la cartera al hombro en un movimiento torpe, celoso, aniñado, al igual que lo hacía Paula, la verdadera. La Paula a quien algún hijo de puta le estaba hackeando la casilla de e-mail.
viernes, 10 de julio de 2009
Primer Premio Poesía (compartido): Matar el tiempo de Pedro Zamora
LA LUZ DE LOS VENCIDOS
no abrir esa ventana
no descorrer los velos de esa esfinge
que diseña sombrías paradojas
no aceptar la limosna de la mano que tiembla
queriendo hacer del miedo consternación y dádiva
no saber más allá de lo ignorado
más allá de los hilos que impulsan cada paso
no hacer ruido en presencia del silencio
no abrigar al que sufre
no buscar al que escapa.
MAR ADENTRO
el mar toda una vida a la intemperie
toda una vida el corazón cerrado
al no ser mar qué breve la mención de tu nombre
yo que nunca lloré bajo una nube
ni recorrí las costas del espanto
te hago cárcel de mí labio a mi copa
en un mundo que goza desenterrando espadas
rodeándome de perros la memoria
el mar respira en vos y es como un rezo
como una crisis que jamás descansa
y no te haré saber qué interminable
qué árido terreno transita el que no duerme
el que profana tumbas buscando su cadáver
el que nada en las aguas del dolor y la culpa
yo soy un rumbo aparte
el mar me condiciona a tu paisaje
y la noche me busca vivo o muerto.
PELUSA
no me debe tu muerte más que un trago
hacia donde se templa la sed del infortunio
de tanto compadrear por el amigo
tanto desenvainar desde el instinto
hacia la irreverencia del otario
me queda la impostura del despecho
el eco bronco de tu Buenos Aires
rezongador de su falopa triste
grotesco en la pereza de su furia
me queda la infidencia desvelada
de eternos perdedores de mensajes
de poetas jeteando su quebranto
no me debe tu muerte amigo mío
más que una mueca encañonada al cráneo
que fue un llorar de tu decir tumbero
moridor sobrador en su mancada
me queda la baraja que te libró del hecho
el afán de vivir que me inventaste
y el tiempo yuto y el dolor hermano
no me debe tu muerte más que un rostro
hacia donde se inclina mi lastimado beso
hacia donde resiste acorralada
la irónica orfandad de tu descanso.
LA MUECA DEL OLVIDO
no eras feliz
no exactamente
tu no destino
rezumaba la perplejidad
de todo mortal
de todo ser incompleto
tu nombre sonaba a sales
a rumor a tantalio
y nadie te nombraba
con la arrogancia
con que yo lo hacía
amarrado a tu espuma
cegado por tu lumbre
los días eran brazos
de una misma maraña
en la tarde bruñidos
en la noche asfixiantes
eras un territorio una casa
donde se aproximaban
la sed y otras desgracias
donde el mar irrumpía
destrozándolo todo.
TODAS LAS LETRAS
que ando sin guía
que golpea todo
y que salgo a buscarla fugazmente
pálidamente
minuciosamente
y que encuentro una boca semejante
y unas piernas en torno
que yo hubiese jurado pero no
y que al fin de la noche al fin de cuentas
yo llego a casa y nada está en su sitio
me recibe una anciana que afirma ser mi nieta
un gato que se arquea cada vez que lo miro
y un perro que me ladra su verdad a la cara
acudo vanamente a mis poemas
esos otros muertitos que ya no llora nadie
pero todas las letras que fueron su esqueleto
se pasean risueñas por la hoja
parodiando el requiebre de torpes cascarudos
que me tiemblan las manos
que me joden las moscas
y que nadie conserva la silla que le ofrezco
todo me desconoce me teme me repudia
que lloro arena
que mastico brasas
que nada será igual
de ningún modo.
FIN DE AÑO
salud papá
salud
no estamos solos
la muerte es una astuta convidada de piedra
el llanto desmenuza fríamente
todo lo que se cruza en su camino
brindá papá
brindá
que no hay consuelo
todo el dolor del mundo se detuvo en tus ojos
y la muerte es apenas
el mar
en la garganta.
EL ORDEN DE LAS COSAS
todos los muros sótanos escombros
inexplicablemente me transmiten recuerdos
obedezco al lenguaje del cristal que trepida
respondo al juramento desleal del relámpago
la simple observación de una canilla
me provoca un intenso sentimiento de ahogo
el fuego vaticina mi futura memoria
los relojes me llevan de modo inexorable
a trepar a la copa de los árboles
para ofrecer mi aullido a la intemperie
para alzarle mi puño al universo
toda consternación me pertenece
toda felicidad me contradice
el silencio lastima mis oídos
contemplo horrorizado la belleza del día
y persigo a mi sombra para no despistarme
soy el ojo que rige mis bruscas mutaciones
el barco que establece sus propias tempestades
todas las realidades me parecen ficticias
todas las utopías me resultan posibles.
VERSOS PARA FRANCO
cerrá los ojos
Franco
pasa la caravana de la guerra
con caballos que arrastran
los cuerpos insepultos
el cielo es una araña boca arriba
gimen los calcinados por el fuego
y llueven niños muertos
sobre los desolados exteriores.