sábado, 18 de julio de 2009

Mención poesía

(pro)nóstico del ti(em)po que te espero 

a: alerta  

cáscaras

o copos

      de nubes

      de de(se)os

cayendo

el (uni)verso 
 

l: (meteoro)lógico 

no) se hace poesía con los restos 

(aunque hoy el cielo se encuentre cubierto,

bajen las acciones en la bolsa y

suban los copos, las migajas

de hambre

de agua

y me descubras gritando,

como quien habla 
 

l: tres palabras 

(arte)sana,

(alter)nativa

mirada 
 

e: parcial(mente) soleado 

hoy mi silencio (ama)nece a una soledad más certera,

como pegada a mi piel 

lunar en el de(sierto) de mi espalda

luna en el cielo oscurecido y despejado,

      mirando a la tierra

      des(pidiéndo)se de a siglos

      del lugar que nunca fuera

      ni (eter)no

      ni fijo 

hoy sólo el  momento

roza

mis labios 
 

z. cómo 

nombrar(la)

pa(labra)

sa(grada)

ágrafa 

(h)alada

de otros tiempos del alma? 
 
 

y: mejor(ando) hacia la tarde 

(h)ay… alguien ahí? 

[la mesa vacía de penas

se arremolina junto a la pared

desgastada por el paso de las notas

que te han delatado

en la noche 

despiertas en la posibilidad de un día 

anochezco en la soledad y el misterio

de la cama vacía… 

sólo cinco los minutos que restaban,

cinco notas que sonaron melodías

que crujieron. No había puerta 

y llantó la mirada

y el ojo te perdió de vista 

hasta el otro lado del espejo,

o donde música es calendario de vida] 

aquí  mujer desnuda de sueños

negándose al (si)lencio  
 

Seudónimo: (hel)echo

lunes, 13 de julio de 2009

Mención: Los intrusos de Triste le Ville

     Despertó  cuando le pareció oír (dentro de ese frasco de silencio que es la noche) la puerta de entrada abriéndose lentamente. Dos segundos más tarde, el golpe metálico del pestillo y el chirriar del picaporte, que volvía a su posición. No se atrevió a moverse. Quería escuchar otro ruido para cerciorarse de que no lo había soñado. Entonces percibió los pasos, lentos. Comenzó a temblar. Se fue incorporando progresivamente, hasta apoyarse contra la cabecera de la cama. Cuando los pasos cesaban, algún objeto se corría: una silla, la mesa ratona; y nuevamente los pasos que —él suponía— se acercaban a la cocina. Alguien había entrado. El hombre, en la cama, estaba seguro de ello como de que el corazón se le iba a desbocar. «Como en el cuento de Cortázar», tuvo tiempo de reflexionar. Un mosquito le rozó la mejilla con su condenado silbido incansable. Oyó el televisor que se encendía: «Maldito —pensó—, el maldito se atreve a encender el televisor». Con la punta de los dedos, tocó a su mujer, que aún dormía. Ella se dio vuelta bruscamente.

— ¿Qué pasa? —preguntó.

—Alguien ha entrado en la casa, ¿escuchás?

—El televisor —dijo ella, incorporándose—. Claro que lo escucho.

—Debemos salir —sentenció él.

     Asustada, la mujer comenzó a vestirse como pudo: no era momento de fijarse en la prolijidad. Él hizo lo mismo apresuradamente, mientras trataba de oír si era sólo uno el que había entrado. En un segundo de estupidez, pensó en salir de la habitación y encarar al intruso. Pero luego se dio cuenta de que su esposa estaba allí, y no podía ponerla en riesgo. Aturdido, con desesperación, se puso las zapatillas al revés; eso no importaba. La mujer fue más rápida que él para estar lista para salir; ya lo esperaba junto a la ventana, con los zapatos en la mano.

     Él se arrimó a la ventana en puntas de de pie y sacó la falleba, que se quejó con un sonido metálico. La abrió, empujó los postigones, y una mortecina luz de neón inundó el cuarto.

     Medio encandilados, saltaron a la vereda, adonde cayeron estrepitosamente. Se levantaron con rapidez. No pasaba nadie por allí a esa hora. Empezaron a correr, no sin antes volver a cerrar los postigones.

     Cuando el hombre entró en la habitación, descubrió la ventana sin trabas. Sin embargo, en el cuarto no faltaba nada. Supuso entonces que había olvidado cerrarla antes de salir a la oficina. No se percató de las sábanas todavía tibias ni de que una media de mujer había quedado debajo de la cama. Tampoco de que dos personas huían calle abajo, maldiciéndolo.  

sábado, 11 de julio de 2009

Primer premio ( cuento) Certamen Orillera 2009

Paula & Paula

Por Germán Bodrio 

No me dejaban en paz. Hacía media hora que había recibido el e-mail y no encontraba el modo. Sonaba el interno, venían por comprobantes del siglo pasado, o revoloteaban a mis espaldas, buscando desvíos, conversaciones que los alejaran de sus escritorios, condenándome al ejercicio, al calambre de maximizar y minimizar ventanas, todo el tiempo.

Habían pasado dos meses, la obra teatral había terminado y se suponía que para esa fecha yo estaría abrazando a Paula, y no leyendo a Paula.

Paula y Paula, dos mujeres con un mismo nombre y distintos modales. Una, la Paula que yo solía ver y abrazar, mucho más dulce, menos incisiva que la otra, la Paula digital, del arroba, protagonista estelar de las últimas semanas, desde que los llamados, según explicó, comenzaron a lastimarle los bolsillos, a fuerza de euros.

Me aseguré  de que no hubiese mosca alrededor, abrí el correo y luché  para no espiar. Cliqueé y corrí hasta la impresora. Por más que se me prendiera fuego el cerebro, ahí no quería, no podía, no lograría concentrarme. Apenas capturé la hoja, la doblé y dije que iba al cajero, que necesitaba efectivo, que si salía al mediodía no me iba a alcanzar el tiempo para almorzar, como si almorzar me importara. Nadie va al cajero cuando llueve: pide prestado o hace dieta, pero yo necesitaba masticar el pasado, digerir el presente, apretar el botón y soltar el futuro que ya no era.  

Bajé, fui al bar de la vuelta y me senté al lado de la ventana. Los vidrios empañados borroneaban las siluetas y daba la sensación de que había estado lloviendo siempre, o al menos durante los últimos años. Ordené whisky y el mozo me miró raro. La gente desayunaba y yo estaba harto, cansado de hacer coincidir mis deseos con la hora, con el tiempo de los demás. Saqué el papel del bolsillo y lo desplegué. Al pedo, sin Blenders mi pulso se descontrolaba. 

Entró  una chica. Monitoreó el salón, se acomodó el pelo mojado y caminó hacia mí. Era linda, demasiado, y por un segundo pensé  que se acercaba a hablarme y me asusté un poco. Pero se detuvo una mesa antes, se quitó el sobretodo, lo apoyó en una silla y se sentó de espaldas a mí, a exiliarse en la ventana, hasta que el mozo, luego de servirme, la repatrió.

De arranque, el mensaje de Paula era frío. Parecido a los últimos que me había enviado. Una vez más me contaba que las cosas iban de maravilla, mucho mejor de lo imaginado. Una vez más me decía que los días eran bárbaros, que había conocido mucha gente y que la gente la hacía sentir como en su casa. Por suerte había conseguido algo temporario, de mesera, hasta que se estrenara la nueva obra. El parador se llamaba Bar de Fondo y, al parecer, en lugar de clientes tenía admiradores. Es que de propina ganaba miles de euros, que eran para ahorrar, por supuesto, y no para andar jugando a la diferencia horaria ni al teléfono descompuesto. “A propósito –decía–, sé que sos reacio a los cambios, pero alguna vez tendrías que vivir cerca del mar, aunque sea en Gesell”.

La chica dijo “gracias”, sonrió y cortó dos sobres juntos. Edulcoró, revolvió y probó el café. Apoyó la taza, buceó en la cartera y sacó una libreta. Leyó, y poco después comenzó a escribir, intercalando las palabras con pequeños sorbos de café y ventana. 

Entonces Paula empezó a dar vueltas, y a decir un montón de cosas, y tuve que  esforzarme para entenderla. Habló de proyectos personales, de libertades y de formas de ser y de crecer. Ella daba vueltas y yo era el que se mareaba. El mensaje estaba tan mal escrito, con tantas faltas, que parecía que lo había tipeado con el canto de una Heineken, mientras contemplaba la playa, durante una pausa, en el fondo del Bar de Ídem, o como se llamara. Entre cerveza y cerveza decía que necesitaba vértigo, plenitud, y yo quise avisarle que para todo eso, en Argentina, había muy buenos desodorantes. Pero siguió y me contó que había contratado de guía a su corazón, y que éste le gritaba que ahora su vida estaba allá, al borde de lo ilegal, en Barcelona. Antes del beso y la suerte, se refirió a los “días de inocencia”, a los “imborrables y hermosos recuerdos” que nadie, ni yo, podría quitarle.

La chica hizo deslizar la birome sobre la mesa, miró la calle y cerró  la agenda. Sus movimientos eran frágiles, celestes, espontáneos, y yo sentía que me iba, que el vaso era un precipicio, un agujero negro que me tragaba. Aguardó al mozo, sonrió y pagó con cambio. Recogió sus cosas, se acomodó el flequillo, y cuando se puso de pie quise decirle que estaba dejando demasiada propina, quise invitarla otro café, ofrecerle paraguas, una vida sin lluvias, continuar así, cerca, un rato más. Pero se colocó el abrigo y, antes de marcharse, se colgó la cartera al hombro en un movimiento torpe, celoso, aniñado, al igual que lo hacía Paula, la verdadera. La Paula a quien algún hijo de puta le estaba hackeando la casilla de e-mail. 

viernes, 10 de julio de 2009

Primer Premio Poesía (compartido): Matar el tiempo de Pedro Zamora

         

        LA LUZ DE LOS VENCIDOS 

        no abrir esa ventana 

        no descorrer los velos de esa esfinge 

        que diseña sombrías paradojas 

        no aceptar la limosna de la mano que tiembla 

        queriendo hacer del miedo consternación y dádiva 

        no saber más allá de lo ignorado 

        más allá de los hilos que impulsan cada paso  

        no hacer ruido en presencia del silencio 

        no abrigar al que sufre 

        no buscar al que escapa.
      

         MAR ADENTRO 


         el mar toda una vida a la intemperie 

         toda una vida el corazón cerrado 

         al no ser mar qué breve la mención de tu nombre 

         yo que nunca lloré bajo una nube 

         ni recorrí las costas del espanto 

         te hago cárcel de mí  labio a mi copa 

         en un mundo que goza desenterrando espadas 

         rodeándome de perros la memoria 
 

         el mar respira en vos y es como un rezo 

         como una crisis que jamás descansa 

         y no te haré saber qué interminable 

         qué  árido terreno transita el que no duerme 

         el que profana tumbas buscando su cadáver 

         el que nada en las aguas del dolor y la culpa 
 

         yo soy un rumbo aparte 

         el mar me condiciona a tu paisaje 

         y la noche me busca vivo o muerto. 
  

         PELUSA 

         no me debe tu muerte más que un trago 

         hacia donde se templa la sed del infortunio 

         de tanto compadrear por el amigo 

         tanto desenvainar desde el instinto 

         hacia la irreverencia del otario 
 

         me queda la impostura del despecho 

         el eco bronco de tu Buenos Aires 

         rezongador de su falopa triste 

         grotesco en la pereza de su furia 
 

         me queda la infidencia desvelada 

         de eternos perdedores de mensajes 

         de poetas jeteando su quebranto 
 

         no me debe tu muerte  amigo mío 

         más que una mueca encañonada al cráneo 

         que fue un llorar de tu decir tumbero 

         moridor  sobrador en su mancada 
 

         me queda la baraja que te libró del hecho 

         el afán de vivir que me inventaste 

         y el tiempo yuto y el dolor hermano 
 

         no me debe tu muerte más que un rostro 

         hacia donde se inclina mi lastimado beso 

         hacia donde resiste acorralada 

         la irónica orfandad de tu descanso.

 

         LA MUECA DEL OLVIDO

         no eras feliz 

         no exactamente 

         tu no destino 

         rezumaba la perplejidad 

         de todo mortal 

         de todo ser incompleto 
 

         tu nombre sonaba a sales 

         a rumor  a tantalio 

         y nadie te nombraba 

         con la arrogancia 

         con que yo lo hacía 

         amarrado a tu espuma 

         cegado por tu lumbre 
 

         los días eran brazos 

         de una misma maraña 

         en la tarde bruñidos 

         en la noche asfixiantes 
 

         eras un territorio una casa 

         donde se aproximaban 

         la sed y otras desgracias 

         donde el mar irrumpía 

         destrozándolo todo.


      TODAS LAS LETRAS 

      que ando sin guía 

      que golpea todo 

      y que salgo a buscarla fugazmente 

      pálidamente 

      minuciosamente 

      y que encuentro una boca semejante 

      y unas piernas en torno 

      que yo hubiese jurado  pero no 

      y que al fin de la noche  al fin de cuentas 

      yo llego a casa y nada está en su sitio 

      me recibe una anciana que afirma ser mi nieta 

      un gato que se arquea cada vez que lo miro 

      y un perro que me ladra su verdad a la cara 

      acudo vanamente a mis poemas 

      esos otros muertitos que ya no llora nadie 

      pero todas las letras que fueron su esqueleto 

      se pasean risueñas por la hoja 

      parodiando el requiebre de torpes cascarudos 
       

      que me tiemblan las manos 

      que me joden las moscas 

      y que nadie conserva la silla que le ofrezco 

      todo me desconoce  me teme  me repudia 

      que lloro arena 

      que mastico brasas 

      que nada será  igual 

      de ningún modo. 
       
       

      FIN DE AÑO 
       

      salud  papá 

      salud 

      no estamos solos 

      la muerte es una astuta convidada de piedra 

      el llanto desmenuza fríamente 

      todo lo que se cruza en su camino 
       
       

      brindá  papá 

      brindá 

      que no hay consuelo 

      todo el dolor del mundo se detuvo en tus ojos 

      y la muerte es apenas 

      el mar 

      en la garganta. 
       
       

      EL ORDEN DE LAS COSAS
       

      todos los muros  sótanos  escombros 

      inexplicablemente me transmiten recuerdos 

      obedezco al lenguaje del cristal que trepida 

      respondo al juramento desleal del relámpago 
       

      la simple observación de una canilla 

      me provoca un intenso sentimiento de ahogo 

      el fuego vaticina mi futura memoria 

      los relojes me llevan  de modo inexorable 

      a trepar a la copa de los árboles 

      para ofrecer mi aullido a la intemperie 

      para alzarle mi puño al universo 
       

      toda consternación me pertenece 

      toda felicidad me contradice 
       

      el silencio lastima mis oídos 

      contemplo horrorizado la belleza del día 

      y persigo a mi sombra para no despistarme 

      soy el ojo que rige mis bruscas mutaciones 

      el barco que establece sus propias tempestades 
       

      todas las realidades me parecen ficticias 

      todas las utopías me resultan posibles. 
       

         VERSOS PARA FRANCO 
 

                                                                a mi hijo 
 

         cerrá  los ojos 

         Franco 

         pasa la caravana de la guerra 

         con caballos que arrastran 

         los cuerpos insepultos 

         el cielo es una araña boca arriba 

         gimen los calcinados por el fuego 

         y llueven niños muertos 

         sobre los desolados exteriores.

lunes, 6 de julio de 2009

Resultados del Certamen de poesía y cuento para jóvenes " Orillera 2009"


Primer Premio Poesía: (compartido)
* Pedro Zamora ( seudónimo) con la obra " Matar el tiempo". Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
* Lila Faena ( seudónimo) con la obra " Viaje" , " Catalejo" y otros. Hurlingham, provincia de Buenos Aires, Argentina.

Menciones, sin orden de mérito:
* Eugenio N ( seudónimo) con la obra " Sin primavera" y otros. Reparto Habana Nueva. Cuba
* (Hel) echo ( seudónimo) con la obra " (pro)nóstico del ti (em)po que te espero". Paraná, Entre Ríos. Argentina. 

Primer premio cuento:
* Germán Bodrio ( seudónimo) con la obra " Paula & Paula". Capital Federal. Argentina 

Menciones, sin orden de mérito:
 * Triste Le Ville ( seudónimo) con la obra " Intrusos". Chascomús, provincia de Buenos Aires. Argentina. 
*  Barataria ( seudónimo) con la obra " El muro". Trenel. La Pampa. Argentina. 

Mención especial para " Paulita"  ( seudónimo) con las obras " El chancleteo de hermosa maligna Bruja " y " Locuras a la moda", San Juan. Argentina. 

Este blog celebra y agradece la participación de todos. Nos iremos comunicando con los ganadores para coordinar la entrega de los premios y -muy especialmente- agradecemos la colaboración de los escritores y editores Juan José Panno y Santiago Vega ( Washington Cucurto). 
Cada día iremos " colgando"en  www.orillera.blogspot.com  las obras premiadas y nos abrimos   a la conversación, los comentarios y lo que se nos ocurra para intercambiar  criterios, opiniones, emociones... 
¡ Felicitaciones!
¡Yapai Peñi!  

*Se recibieron 253 envíos con poesías y cuentos de jóvenes de hasta 40 años. De distintos países de iberoamérica y provincias argentinas.